El Jardín de los Planteles

 

 

Esta es la zona más salvaje del Retiro, así que siempre que de pequeño venía por aquí me parecía que estaba “en la selva”.

Y por ser un sitio diferente empezaremos por el final, es decir, por poneos el mapita, aunque aquí el paisaje es más bien monótono. Pero a pesar de que todo parece igual, hay tres zonas distintas: el Jardín de Marqués de Pontejos, el de las Tres Plazas, y el de los Planteles en sí. Entre estos dos últimos está el Paseo de los Carros, y el que va pegado al Polideportivo se llama “del transformador”, porque allí estaba antes. Todo esto me lo ha contado mi amigo Paco Granados, encargado del Parque. La zona se cierra por la Avenida de Cuba y el Paseo de Fernán Núñez.

Hemos señalado con círculos rojos las tres zonas en que se divide este jardín: la 1 el Jardín del Marqués de Pontejos, la 2 el Jardín de las tres plazas, por los tres fontines (números 7, 8 y 9) y la 3 el Jardín de los Planteles. En el punto 4 está la estatua del general hondureño, en el 5 hay una especie de “montañita”, en el 6 una caseta de guardas, en los 7, 8 y 9 una especie de “fontines” muy curiosos y el punto 10 es la plaza del Angel Caído.


El recorrido lo empezamos desde la plaza de Honduras, donde está la Fuente de la Alcachofa, que veremos luego en la zona del Estanque.

Esta es la parte de la plaza que da a estos parterres del jardín de los planteles.
Estos cartelitos nos dicen el nombre de la plaza y, de paso, como se va “al huerto”.


Lo primero que nos llama la atención es una estatua plana:

Esto es lo que se llama un “tondo” (que viene de “redondo” en italiano). En realidad es un medallón grande de bronce con la cara de un general hondureño: ¡estamos en la plaza de Honduras!
Y esto es por detrás para que veais que es una piedra estrechita: lo llaman un "monolito" y es de caliza.
   
Aquí vemos el “tondo” con más detalle. Está hecho en bronce.
Un retrato del general donde, por cierto, tiene las mismas patillas.
 
Y aquí la firma del autor “Castillo”, y la fecha de realización, 1973.
 
En la placa, también de bronce, pone: A ESPAÑA / CON NUESTRA DEVOTA Y SINCERA ADMIRACIÓN / EN NOMBRE DEL PUEBLO HONDUREÑO / LA FIGURA GLORIOSA DE NUESTRO HÉROE Y MÁRTIR / PADRE DE LA PATRIA GRANDE CENTROAMERICANA / GENERAL FRANCISCO MORAZÁN / “MI AMOR A CENTROAMÉRICA MUERE CONMIGO” Y debajo, casi ilegible porque unos graciosos lo han raspado: MORAZÁN. / LUCAS GREGORIO MONCADA / EMBAJADOR DE HONDURAS / MADRID, ABRIL DE 1973.


Este general, Francisco Morazán Quesada, es el “padre de la Confederación Centroamericana” porque se sublevó contra los españoles en Honduras (donde había nacido en 1792), siendo asistente del Alcalde Mayor de Tegucigalpa. Total, que se hicieron independientes con la idea de hacer la República de Centroamérica. De hecho, él llegó a ser presidente de El Salvador, Honduras, Costa Rica, y también de la citada “Federación Centroamericana”.

Propuso reformas como el libre comercio, cambió la ley de exportaciones y protegió la industria textil. También dejó libertad de culto (que cada cual pudiera elegir la religión que quisiera), procuró que todo el mundo tuviera derecho a la educación y mejoró las cárceles. Pero los conservadores, después de una serie de batallas en estos países, consiguieron primero destituirle y, después de capturarle en una ciudad llamada “Cartago”, le fusilaron en septiembre de 1842. Sus últimas palabras fueron “Aún estoy vivo”.

El monumento se lo regaló la embajada de Honduras al Ayuntamiento de Madrid, quién se lo encargó al tal Castillo para que lo hiciera.

A la izquierda de la estatua queda una acequia que va a lo largo de toda esta zona y que sirve para regar, claro está.

Aunque aquí la pillamos sin agua.


Más a la izquierda queda el Paseo de Cuba, que hace una especie de badén que va a dar a la Plaza del Angel Caído.

Paseo de Cuba, que va desde la plaza de Honduras hasta la del Angel Caído.
 
Cuando nieva, el paseo de Cuba parece el de Moscú…Bueno, algo tienen que ver…


Por los alrededores hay montones de árboles y arbustos:

Como esta fotinia, por cierto un poco “chuchurría” por el calor.
   
O este tejo que nos ofrece una agradable sombra protectora.
   
Y también estas acacias y celindas.
   
Este laurel cerezo estaba por aquí el hombre pasando calor, pero con sus flores pequeñitas en forma de racimos alargados.
   
Y estas acacias que, no por ser falsas (Robinia hispida), son menos bonitas.
   
O esta mata de yuca con su típico penacho de flores.
   
O estos robles jovencitos.
   
Este guayabo (Acca sellowiana) anda por aquí camuflado, pero es un arbusto típico de Brasil, Argentina y Uruguay con esos frutos que veis y que se llaman "feijoas", que son digestivos y ricos en vitamina C, con los que se preparan mermeladas, bebidas, helados, etc.
   
Este es un señor tejo, más grande y frondoso que el anterior.
Con sus frutos rojos (que se llaman "arilos") y que guardan las semillas negras y venenosas.


Y también algunos pajaritos:

Como este mirlo y su cría.
   
O esta urraca que busca la sombra desesperadamente.


De repente, en un olmo, se nos aparece un curioso personaje:

Entre las semillas y los brotes de nuevas hojas de un olmo, esta ardilla me sorprendió porque la veia boca abajo, hasta que luego ya se “horizontalizó”.


Y seguimos paseando por aquí:

Este es uno de los múltiples paseos que hay por la zona, en primavera-verano llenos de vegetación; con razón os decía que a mí esto me parecía “la selva”.
   
Por aquí hay muchísimos castaños de indias.
   
Y también acacias como esta, a la que pillamos en plena “ebullición primaveral”.


En la zona lindante con el Parterre, hay una especie de “montañita”:

Detrás de este álamo blanco podemos ver “la montañita”.
   
Y encima, entre otros, este ailanto con sus frutos.
   
Este “tigre” se paseaba por la ladera tan tranquilo. Fijaos como se disimula entre "la selva”, como hacen los de Bengala.
   
Muy cerca de mi bici vemos por esta zona al arce moscón (Acer campestre), con sus típicas hojas y frutos en forma de doble sámara; esos que luego se llevará el viento.
   
Y también esta secuoya gigante (Sequoiadendron giganteum), que no lo es mucho porque es muy joven todavía.


En este parterre hay unas cuantas cosas curiosas:

Aunque en marzo no estuviera la cosa muy florida que digamos…
   
Por ejemplo estas matas de mahonia (Mahonia aquifolium), con sus hojas pinchudas y sus flores en ramilletes amarillos, que luego se convertirán en esos frutos que son como uvas azules.
   
Pero ¿qué me decís de esta caseta y bebedero de gatos? ¿no son auténticas obras de arte? Bueno el bebedero está un poquito abollado, pero hace su servicio.


Los lirios no son “del valle” pero sí que los hay en este parterre:

Junto con florecillas blancas que les dan una nota alegre.


Otras criaturas también andan por estas latitudes:

¡Así viven de tranquilas y felices estas gentes! ¡Menudo chollo!
   
Observados por esta palomita que si no estuviera en el árbol…
   
Y por estos carboneros que se han hecho muy amigos de Angel, uno de los nuevos Guardas del Parque.

Por cierto, os contaremos algo de la vida de los carboneros, que son unos pajaritos preciosos y muy amigables, como se puede ver en la foto.

Estos son los “comunes”, llamados Parus mayor por los científicos. Son pequeñitos y muy activos, no paran en todo el día, bien buscando comida o sitio para hacer el nido. Esto último al final de febrero, más o menos. Aprovechan agujeros en los árboles o en las paredes de muros, o bien las cajitas esas de cría que hemos visto por el parque. Allí se instalan los machos para esperar a las hembras a las que conquistan “invitándolas a comer”. ¿Qué que comen? Pues insectos, orugas, pulgones y también frutos o semillas. Una vez consolidada la pareja, entre los dos acondicionan el nido a base de musgo, pelo, plumón, etc. La hembra pone nada menos que de 8 a 12 huevos blancos con algunas manchitas pardo rojizas. Y los incuba ella solita entre 13 y 14 días. Los pollitos los alimentan entre los dos y vuelan ya a los 20 días. Cuando llega el invierno la familia suele emigrar hacia tierras más cálidas, o sea, al sur.

Pero cerca de los carboneros había unos herrerillos que Angel también se encargó de fotografiar:

Con este hizo mucha amistad, tanto que incluso consiguió que comiera en su mano.
Este otro se limita a observar el panorama desde el arbusto.


Como muy bien dice mi amigo José Luis, que dirige la magnífica página "www.pajaricos.es", los herrerillos son unos preciosos pájaros que empiezan a dejarse ver en primavera -o incluso antes- en los bosques de árboles de hoja caduca. Su nombre científico es Parus caeruleus, o sea que también son "páridos" como los carboneros, pero con ese apellido "cerúleo" que sin duda se refiere al color amarillo (como la cera) de su pequeño cuerpo. Son muy activos y tienen un volar muy ágil, haciendo a veces verdaderas piruetas, sobre todo si localizan larvas debajo de las cortezas de los árboles y tienen que hacer equilibrios para sacarlas. Los que viven aquí se quedan todo el año, utilizando muchas veces las cajitas de madera que les ponemos para anidar. A base de musgo, hierbas, pelo, lana, etc. acondicionan el nido donde la hembra pone entre 8 y 15 huevos que incuba solo la hembra alrededor de 14 días. A las crías les encantan las orugas y a sus papis también, aparte de los pulgones, sin desdeñar otros insectos (que cazan al vuelo) y también pequeños frutos, granos o semillas.En algo menos de 20 días ya vuelan los infantes, cuyos papás seguirán juntos y por la misma zona. En invierno se las tienen que apañar para conseguir encontrar larvas debajo de cortezas, piedras, etc. porque la comida escasea, aunque en sitios como el Reti siempre encuentran alguien que les de algo para comer.

Y ahora seguimos viendo árboles y arbustos de los muchos que hay por aquí:

Cuando al árbol del amor le salen los frutos (por cierto en forma de pequeñas algarrobitas) es que el amor ya está “maduro”.
   
Pillamos a este saúco (Sambucus nigra) en plena floración con esos ramilletes de florecitas blancas que no por conocidas dejan de ser bonitas.
   
Esta acacia, que está justo entre el Parterre, la Chopera y el Jardín de los Planteles, tiene las algarrobas mucho mayores, pero menos “amorosas”. Debajo había unas “trotonas” que iban a lo suyo.


Hay un paseo que divide la zona del Jardín del Marqués de Pontejos con las otras dos zonas que veíamos en el mapita al principio. Se llama justamente así:

Estos son sus tramos extremos: el que da a Alfonso XII (con bici y fuente)…
   
…y el que va a dar al paseo de Cuba.
   
Para que no haya duda, aquí está el cartelito, justo al comienzo del primer tramo, frente a la fuente.


En otro de estos paseos, concretamente el que va paralelo al de las pistas del Polideportivo, hay una especie de pequeñas fuentes de piedra, sin agua, eso sí, que son casi los únicos monumentos de la zona, descontando la estatua que vimos al principio.

 
Este es el primero de todos ellos, que tiene ocho piezas de piedra unidas formando un círculo, por cierto una de ellas rota, como vemos en las fotos.
   
Nos acercamos a este fontín desde el Paseo de Cuba, con unas escaleras y una caseta de guardas a la derecha.
   
“Cuando la nieve extiende su manto”… el paraje queda así de bonito.
   
Por los alrededores podemos ver plantitas como estas.
   
Que tienen hojas como esta.
Y donde podemos encontrar sorpresas como esta palomita torcaz, hábilmente camuflada.
   
También hay por aquí matas de Ceanothus thyrsiflorus o Ceanothus repens, más conocido como “Ceanoto” o “Lila de California”.


Pero seguimos viendo fontines, este es el segundo:

Se encuentra en esta placita rodeada de bancos de piedra, donde es una gozada sentarse en verano.
   
Es igual que el primero, con ocho piezas, aunque sin ningún roto. Como puede verse, la gente los utiliza de papeleras, que los encargados de la limpieza tienen que vaciar cada día y papel por papel, porque aquí no vale poner bolsas. ¡Menuda faenita!


Y nos fijamos también en sus alrededores:

En uno de los paseos de al lado, los árboles del amor poner su “nota de color amorosa” cada primavera.
 
Y este señor así, por la buenas, de caza por “el bosque”.
   
Este arbolito pequeño es otro guayabo del Brasil, con unas flores curiosísimas de pétalos blancos y estambres rojos y largos, con amplias hojas redondeadas donde puede pasar de todo…Y si no que se lo pregunten a estos amigos escarabajos que se la tenían bien montada.


El nombre científico del arbolito es Acca sellowiana, y procede de América tropical, Brasil y Norte de Argentina. Sus frutos son las famosas “guayabas”, que son comestibles y se pueden hacer con ellas compotas, mermeladas, etc. Saben un poco ácidas y tienen vitaminas B y C, aunque aquí son poco conocidas. Por cierto, los escarabajos son del género Crepidodera, por si alguien le interesa.

Y vamos ya con el tercero de los fontines:

Que suele estar muy concurrido o, por lo menos, lo estaba cuando pasamos por allí.
   
Aparentemente es como los otros dos, pero no, porque solo tiene cuatro piezas en lugar de ocho, aunque por dentro la gente también le echa porquerías, claro.


La fecha aproximada de estos fontines es 1865, año arriba, año abajo. Se parecen a otros que hay en el Jardín Botánico y están hechos en granito.

Por los alrededores de los fontines hay una cantidad de parterres con cosas tan interesantes como estas:

Por ejemplo estos nísperos, aunque los frutos estaban todavía un poco verdes.
   
O estas palmeras, con sus futuros dátiles de color dorado.


La zona es un poco “selvática”:

Como puede verse aquí donde las celindas se juntan con los castaños, los enebros, etc.


De repente, entre tanto “follaje”, aparecen arbustos como este:

Como el que vemos en el centro de esta foto.
   
Que no son sino lilas americanas llamadas también “ceanotos” o “lilas de California”.


O plantitas en flor como estas:

Que son “achicorias” (Chicorium rubrum)  con las que mi mamá preparaba un “café” totalmente descafeinado. Con las semillas que se vendían en las tiendas, no con la flor, claro está. Había una que se llamaba “Achicoria La Noria”, que era la más famosa.


Por aquí se ven bastantes bichejos, como estos:

Los “gatitos gatunos”, de distintas marcas y pelajes.
   
Las urracas, que están por todas partes. Esta la pongo porque la foto salió decentita.
Y las ardillas que cada vez hay más…¡por fin, que su trabajo costó!


Y no faltan árboles como estos robles:

No son un robledal, pero hay unos cuantos juntos.
Nos metemos debajo de uno y miramos hacia arriba…
Estas son las típicas hojas lobuladas, para que no haya duda.


O esta encina:

Que son los árboles que había cuando esto era un bosque de verdad.
Estas son sus flores masculinas, de las que sale el polen.


No resisto la tentación de enseñaros algunos senderos más de esta zona:

Este es uno con escalones largos, pero muy incómodo de bajar en bici.
 
Y aquí vemos esta encrucijada, que pude sacar gracias a la foto panorámica. Veis que aquí la sombra en verano está garantizada.
 
Este es un sendero largo y estrecho, que va paralelo al Paseo de Cuba.
 
Y este, mucho más ancho, es el Paseo de Cuba pero visto desde el Angel Caído.


Cuando ponen el riego automático se produce un efecto visual muy curioso:

   
Parecen efectos especiales de una película o la “luz divina” que cae sobre el bosque.
   
Aquí hay más surtidores: ¡ no me digais que no queda bonito!


¿Dices tú de árboles? Para árboles los pinazos estos que hay ya en el extremo de la zona que da al Angel Caído:

La mayoría son carrascos, con su típica corteza grisácea.
   
Aunque también hay algún piñonero, como este de la derecha. Y alguna palmera, como se puede ver a la derecha de ambos.

 

Como ejemplo de árbol enorme tenemos este plátano de sombra, justo ya en la plaza del Angel Caído.
También hay cedros, como vemos al fondo de esta foto donde aparecen estos chinitos (mamá y niño), con su paraguas invernal incluido.
Y estas son las hojas del olmo, para que no haya dudas.
Y al lado de los pinos, ya en el paseo de Fernán Núñez, están los almeces, que dan sombra a toda esta acera.
Y este es otro paseo, justo el que separa esta zona de la de la Chopera, con los guardias a caballo que aprovechan la sombra y el frescor de la zona, muy de agradecer en verano.
Aquí se les va alejarse, pero nos queda cerca este mojón de granito.
Que no es el único, como vemos en este paseo de tierra, paralelo al anterior.


Y como ya pusimos al principio el mapita de Google, solo nos queda la “Nota de agradecimientos”, que esta vez es bastante cortita:

 

Nota: Las fotos de la nieve me las pasó mi amigo Manuel Gil y la del general hondureño la saqué de la Wikipedia. Las de los carboneros las hizo mi amigo Angel, Guarda del Parque. La de la flor del guayabo es de mi amigo Javier de la Puente. Las demás las hice yo solito.

 

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